Vivo en Derry, en Irlanda del Norte.
Era un póster precioso, con un recuadro verde en el que se enmarcaban las palmeras y la cúpula azul y debajo había un calendario. Había también un nombre, el nombre de la ciudad que me hacía soñar, esa ciudad que tenía pinta de ser preciosa, con el sol brillando todo el tiempo y bastante calor. Yo quería ir a esa ciudad, me enamoré de ella con sólo ver el póster. ¿Cómo olvidarme de esa palabra mágica? Las cinco letras azules que cruzaban la foto en sentido horizontal: “Elche”.
Yo tenía doce años y aquella señora, bueno, supongo que sería una chica, pero a mí me parecía muy mayor, aquella profesora era como una reina maga que venía de un país exótico y que hablaba una lengua extranjera. Era alta, más que nuestra profesora, Mrs. Doherty. Tenía esos ojos y pelo castaño que caracterizan a los españoles y la piel morena. Con esas pintas todo el mundo sabía que no era irlandesa, sobre todo porque iba con abrigo, incluso en los días en que nosotras llevábamos manga corta y siempre estaba muerta de frío.
Estoy intentando acordarme del nombre, era un nombre corto, fácil, que empezaba por A, de eso estoy segura. Yo quería aprender español sólo por ir a la ciudad donde vivía, la ciudad del póster, que en el mapa de Europa de la clase parecía estar en la otra punta del mundo. Y aquella chica era un soplo de aire fresco en el colegio católico y en la vida del Bogside, el barrio donde vivía con mi padre desempleado, mi madre, mis tres hermanos y mis dos hermanas. Ese barrio que se estrella en las murallas, que se empeña en crecer fuera de ellas, fuera del dominio británico, en el Derry libre. Al menos, eso dice a la entrada: “Welcome to Free Derry”. Si has estado alguna vez en Derry, sabes a qué me refiero.
¡Ah, sí! Ahora me parece recordar que aquella chica se llamaba Ana. Sí, creo que era Ana. Un nombre sencillo, fácil de pronunciar. Ana venía de un mundo donde no había helicópteros del ejército británico sobrevolando la ciudad, ni soldados en las calles, ni policía con furgones blindados. Ana venía de un mundo más allá de las fronteras, allende los mares. Un mundo que yo creía ideal, aunque probablemente no lo fuera.
Sería bonito ser recordada así por esas niñas de doce años que me miran boquiabiertas como si viniera del espacio exterior. Obviamente, han visto pocos extranjeros. Cuando me preguntan de dónde soy y les señalo en el mapa de Europa dónde está en Elche y dónde está Derry, hasta yo misma me sorprendo de lo lejos que está. Somos una gota de agua en el océano cuando nos damos cuenta de lo grande que es el mundo.
Cuando veo los pósters que me he traído, hasta yo misma me doy cuenta de que esas palmeras, esas playas, esos fuegos artificiales, quedan un poco fuera de lugar aquí en Derry. Y a veces me pregunto si he estado de verdad en Elche, porque llevo tres semanas aquí y parece que hubiera vivido toda la vida como una “derriense” más, si es que esa palabra existe.
Derry es una ciudad gris de casas con tejados de pizarra y cielos oscuros que amenazan lluvia y, sin embargo, es también una ciudad con encanto, preciosa, con las murallas del siglo XVII, el verde de la hierba por todas partes, y el río Foyle, tan ancho que parece el mar. Y las dos catedrales, la católica y la protestante. Derry es una ciudad espejo: se refleja en sí misma. Si estás en una colina, verás la otra y, cuando cruces el río, verás la colina donde estabas antes. Pero siempre, dondequiera que estés, verás la aguja de las dos catedrales y el reloj del Guildhall.
La gente es majísima. Me preguntan qué hago aquí, no entienden por qué alguien va a querer venir de España (que, para ellos, según sus estereotipos, es el paraíso y más, cuando ven los pósters que me traje, con todas las palmeras del mundo) a esta ciudad dejada de la mano de Dios y de los hombres. Pero a mí me gusta Derry, no sé por qué, y me gusta Irlanda del Norte, y me encanta la gente, lo amable, hospitalaria y charlatana que es. Me entusiasma el paisaje, con tanto verdor, y las ovejas, las vacas, las cabras, esos ríos y bosques, es todo precioso... Y cada día, cuando me levanto, sé por qué estoy aquí y por qué me quiero quedar, aunque no sepa explicarlo con palabras.
(Historia que me van a publicar en la revista del instituto y que ya publiqué en mi blog. Foto: Basílica de Sta. María vista desde la Avenida del País Valencià, Elche.)
6 Comments:
Entiendo que te pueda gustar Derry o cualquier otra ciudad en la que hayas vivido, pero yo no podría estar una semana en un sitio sin sol.
Alguna vez que he estado en Bilbao, después de 4 días nublado ya estaba como loca.
Y en Zgz, cuzndo hay niebla se nos pone a todos una cara... El día que vuelve el sol todo son sonrisas por la calle.
Menos mal que en Zaragoza hace sol 360 días al año.
Felicitaciones por la próxima publicación... yo creo que alguna de esas niñas te recordará así, y acaso, con sonrisas que no puedas adivinar...
Esa sensación de estar en un lado, distinto del que uno nació y vivió, créeme que lo entiendo... y mucho.
Está la ciudad de uno, a la cual acaso uno la quiera y perdone todo porque es su ciudad... pero, creo, que existe una ciudad en algún lado del planeta que fue hecha para cada uno, a medida... y, vivir y haberla encontrada, es vivir dos veces...
Es una maravilla...
Pues venga Fiera! seguimos loando ciudades!.
If! El día que sale el sol el Derry en un gran espectáculo, aunque en primavera y verano
llueva, siempre hay un ratito de sol, entonces la gente sale a la calle y lo disfruta, quin tiene sol cada día no sabe lo que supone eso.
Señorita A. La telepatía espontánea continúa. Felicidades!
IF: El problema no es ya la lluvia o el que esté nublado, para mí, lo peor es que se haga de noche a las 3.30 pm en diciembre. (Y amanece a las 9 am.) Tan pocas horas de luz a mí me matan, sobre todo, en un país en el que las tiendas, la biblioteca y todo menos los bares y los supermercados a las 5 pm ya están cerrados. Así que, te vas a casa porque es de noche, hace frío, llueve y todo está cerrado. Luego, a las 6 pm te parece que son ya las 11 de la noche o así, del rato que llevas a oscuras y, encima, lo que te queda, porque no te vas a acostar a las 8 pm... Eso sí, en mayo amanece a las 4 am y anochece a las 11 pm.
REAÑO: Pues ya tengo la revista. Parece que aún no se ha repartido, han llegado hoy de la imprenta y las tiene el director en su despacho, pero la de francés (que se encarga de la revista y a quién le pasé esta historia) me ha avisado y me ha dicho que le pidiera una al director y he ido a pedírsela. Supongo que las repartirán antes de fin de curso. No sé cuántos ejemplares habrán hecho.
Me gusta mucho tu reflexión sobre las ciudades, creo que tienes razón.
XNEM: Es verdad, cuando hace sol, allí es una fiesta. Y, no sé si son imaginaciones mías, pero me da la impresión de que la luz allí es distinta, se refleja de forma diferente en el verde de la hierba, en los charcos, en los tejados de pizarra y hasta en el mar.
Ea! paseé por Irlanda... jajajaja
Publicando y todo, amelche? guauuuuu
Y tienen razon razon Amelche, es una historia preciosa, muy bien escrita, y vista desde dos pares de ojos.
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