Almendrita
Así me llamaban de pequeña, era menuda y morena y según mi padre muy salá (más bien descarada pienso yo ahora). Para mi madre era ratón colorao o ratón de armario, solía decir que sabía más que esos roedores. En la primera foto estoy con mi hermano, los más pequeños de seis hermanos. Recuerdo una infancia con peleas, risas, apretones de cariño, zapatillas que volaban (mi madre era toda una atleta en puntería y tino) y jaleo, mucho jaleo,con la casa llena de gente entre amigos de unos y otros, un tiempo alegre y cantarín. Y Xnem debe tener razón, uno se gesta hasta los nueve años, asi que yo era una cria rebelde, contestona y que se cuestionaba todo, la autoridad y aquello que no le parecía justo, y preguntas, cientos de preguntas que contestaban turnándose unos y otros. A mi favor, y para los sufridos adultos que aguantaban aquella marisabidilla díscola, era buena estudiante, y una cría alegre que se pasaba el día bailando y riendo, tarareando que era feliz por toda la casa, buscando achuchones cuando no daba patadas para sobrevivir entre tanto hermano mayor que disfrutaba haciéndome de rabiar o mimarme, dependía del momento. Y con una aspiración: quería crecer lo antes posible, para “hacer mi vida”, claro que no entendía muy bien que significaba aquello pero sonaba de maravilla igualmente.
Como cantaba Serrat: creo que entonces yo era feliz... luego nada resultó tan sencillo pero el poso de una infancia segura y donde una pequeñaja se sentía la Reina de Saba ayuda a encuadrar cualquier vivencia, por dura que ésta sea. Los cimientos son lo más importante, ¿no?