¡Más teatro!
El teatro siempre es un buen pretexto. Hace dos semanas vi una función escolar, programada en el Auditorio Municipal del pueblo en que trabajo, con buenos medios y buenos técnicos auxiliares. Es una delicia poder contar con esa posiblidad: mi propio grupo escolar ha actuado allí, y se agradece. Al menos eso funciona bien en los pueblos del cinturón de Valencia: casi todos tienen su Auditorio, y acceder a él no es complicado. ¡La única complicación es que casi no hay fechas libres! Este en concreto funciona a todo trapo: actuaciones de la Banda Municipal, de la Orquesta, del Coro, de la Escuela de Teatro Municipal, de los grupos locales, de las asociaciones…
Este grupo era de fuera, de un Instituto de Murcia. Venía invitado por un profesor del “otro” Instituto del pueblo, que había trabajado allí antes. Representaban nada menos que la Antígona de Anouilh, y no lo hicieron mal del todo. La actriz principal, especialmente, era bastante buena, y el producto final resultó digno. PERO.
Son los peros de siempre, que valen para el teatro escolar y, yo creo, para el teatro en general. ¿Tiene sentido el esfuerzo de un puñado de estudiantes de Bachillerato y de su animoso profesor para poner en escena un texto que EN ESTAS CONDICIONES está muerto antes de comenzar? Quiero decir: Antígona, como teatro escolar, es un texto muerto: es arqueología. No es el texto de Anouilh el que está muerto: es el empeño de ponerlo en escena…¿para qué público? De todos los que estábamos allí, los únicos que hubiéramos podido percibir algo de la vida del original éramos los seis o siete profesores. Al resto, los estudiantes de 4º de la ESO y Bachillerato que asistieron (unos 50), en respetuoso silencio, por cierto (pasaremos por alto el uso de móviles, las huidas al cuarto de hora y el jolgorio que provocó la pérdida de una lentilla), creo que apenas les llegó un atisbo del terrorífico dilema moral de Antígona y Creonte… Y a nosotros, realmente, tampoco. En mi caso, casi nunca logro liberarme de la extraña sensación que me produce ver a un adolescente (o peor aún, a un niño) representar un papel de adulto con todos sus tics de adolescente. Y ya digo que, afortunadamente, la actriz principal era lo suficientemente buena como para hacer olvidar quién era…
Algo parecido me sucede con los montajes profesionales de teatro clásico (en el sentido amplio: Lorca es un clásico) que no van más allá de la respetuosa puesta en escena: señores y señoras contemporáneos fingiendo ser quienes no son, dentro de un mundo inevitablemente de cartón. Otra cosa es La Vida es Sueño vista por Calixto Bieito, o Santa Juana de los Mataderos vista por Joan Ollé (por cierto, están en gira y creo que les toca pronto ir al teatro Español de Madrid, tras el “bonito affaire” de Rubianes: madrileños, ¡no os lo perdáis!).
Todo esto me lleva a donde quería llegar al final. La primera vez que se me ocurrió hacer algo de teatro con los alumnos, allá por el 2000, recurrí nada menos que a Beckett. Unas piezas cortas, que en realidad estaban destinadas más bien a la radio, o incluso al cine, publicadas bajo el título genérico de Pavesas. Por aquel entonces no teníamos NADA en el salón de actos: un escenario minúsculo sin laterales, sin iluminación… Nos las apañamos como pudimos, y el resultado fue sólo mediocre pero… ¡juro que aquello era Beckett en estado puro! De hecho, diría que el mejor actor (actriz en este caso: todas eran chicas) posible para Beckett es un adolescente contemporáneo: no “entiende” los textos, jamás podrá “entenderlos”, sólo “hace”, cumple las instrucciones del director casi como un autómata (el director acentúa además su lado autómata). Si añadimos música minimalista y algo de, por ejemplo, Chemical Brothers, lo suficientemente marciana para el público escolar en general (incluyo al profesorado)… ¡tenemos una bomba entre las manos!
La evolución natural ha llevado ese proyecto inicial hasta el actual: collages temáticos sobre textos de esos autores alternativos de los que hablaba en el post anterior. Los montajes originales de estos autores tienen un punto de partida que creo que a nosotros nos viene muy bien: los actores no “representan”, se dirigen prácticamente siempre al público, no hay cuarta pared… Se “supone” que son ELLOS los que hablan (pero todos sabemos que son actores…). Podemos fragmentar, cambiar, introducir músicas diversas, jugar con “coreografías” sencillas de movimientos rituales… Es sencillo de representar, no necesita “escenografías” (¡qué monas, las “escenografías” de teatro escolar!)…
Los alumnos-actores, evidentemente, no son conscientes del todo de lo que están diciendo cuando sueltan, sin inmutarse, cosas como ésta:
No debería uno empezar nunca nada. Quién sabe a dónde te puede llevar un principio. Hay que andarse con cuidado, siempre lo he dicho. Hay que andarse con cuidado. Uno empieza, inocentemente, quemando a una familia de nigerianos, continúas con el soborno a un par de políticos y, sin apenas darte cuenta, te ves robando el dinero de las arcas públicas, el robo te conduce a la especulación, la especulación a decir mentiras por la tele, de ahí pasas a que si hay que cristianizar Europa, entonces, como quien no quiere la cosa, te haces miembro del Opus Dei, un día te sorprendes con un cocodrilo en el pecho canturreando entre dientes “banderita tú eres roja, banderita tú eres gualda” para continuar con que si hay que echarle pelotas, y claro, las pelotas te llevan a querer partirle la cara a un ciclista que te ha rozado el coche y metido ya en esta espiral a golpear la mesa porque la sopa está fría, pudiendo acabar, sin más ni más, incluso votando al PP. Y todo por haber quemado a una familia de nigerianos. Inocentemente.
Hay que andarse con cuidado con los principios inocentes, siempre lo he dicho. Hay que andarse con cuidado.
Rodrigo García
Pero eso no es un problema: ¿acaso los actores de Antígona son del todo conscientes de lo que significan los largos monólogos de Creonte? Y, puestos a no entender, prefiero que todos, actores y público, se entrenen en “no entender” textos como el anterior: inmediatos, elementales, a veces brutales…
A fin de cuentas, es el mundo en que viven. El que será “su” mundo… ¡Pobres!
Este grupo era de fuera, de un Instituto de Murcia. Venía invitado por un profesor del “otro” Instituto del pueblo, que había trabajado allí antes. Representaban nada menos que la Antígona de Anouilh, y no lo hicieron mal del todo. La actriz principal, especialmente, era bastante buena, y el producto final resultó digno. PERO.
Son los peros de siempre, que valen para el teatro escolar y, yo creo, para el teatro en general. ¿Tiene sentido el esfuerzo de un puñado de estudiantes de Bachillerato y de su animoso profesor para poner en escena un texto que EN ESTAS CONDICIONES está muerto antes de comenzar? Quiero decir: Antígona, como teatro escolar, es un texto muerto: es arqueología. No es el texto de Anouilh el que está muerto: es el empeño de ponerlo en escena…¿para qué público? De todos los que estábamos allí, los únicos que hubiéramos podido percibir algo de la vida del original éramos los seis o siete profesores. Al resto, los estudiantes de 4º de la ESO y Bachillerato que asistieron (unos 50), en respetuoso silencio, por cierto (pasaremos por alto el uso de móviles, las huidas al cuarto de hora y el jolgorio que provocó la pérdida de una lentilla), creo que apenas les llegó un atisbo del terrorífico dilema moral de Antígona y Creonte… Y a nosotros, realmente, tampoco. En mi caso, casi nunca logro liberarme de la extraña sensación que me produce ver a un adolescente (o peor aún, a un niño) representar un papel de adulto con todos sus tics de adolescente. Y ya digo que, afortunadamente, la actriz principal era lo suficientemente buena como para hacer olvidar quién era…
Algo parecido me sucede con los montajes profesionales de teatro clásico (en el sentido amplio: Lorca es un clásico) que no van más allá de la respetuosa puesta en escena: señores y señoras contemporáneos fingiendo ser quienes no son, dentro de un mundo inevitablemente de cartón. Otra cosa es La Vida es Sueño vista por Calixto Bieito, o Santa Juana de los Mataderos vista por Joan Ollé (por cierto, están en gira y creo que les toca pronto ir al teatro Español de Madrid, tras el “bonito affaire” de Rubianes: madrileños, ¡no os lo perdáis!).
Todo esto me lleva a donde quería llegar al final. La primera vez que se me ocurrió hacer algo de teatro con los alumnos, allá por el 2000, recurrí nada menos que a Beckett. Unas piezas cortas, que en realidad estaban destinadas más bien a la radio, o incluso al cine, publicadas bajo el título genérico de Pavesas. Por aquel entonces no teníamos NADA en el salón de actos: un escenario minúsculo sin laterales, sin iluminación… Nos las apañamos como pudimos, y el resultado fue sólo mediocre pero… ¡juro que aquello era Beckett en estado puro! De hecho, diría que el mejor actor (actriz en este caso: todas eran chicas) posible para Beckett es un adolescente contemporáneo: no “entiende” los textos, jamás podrá “entenderlos”, sólo “hace”, cumple las instrucciones del director casi como un autómata (el director acentúa además su lado autómata). Si añadimos música minimalista y algo de, por ejemplo, Chemical Brothers, lo suficientemente marciana para el público escolar en general (incluyo al profesorado)… ¡tenemos una bomba entre las manos!
La evolución natural ha llevado ese proyecto inicial hasta el actual: collages temáticos sobre textos de esos autores alternativos de los que hablaba en el post anterior. Los montajes originales de estos autores tienen un punto de partida que creo que a nosotros nos viene muy bien: los actores no “representan”, se dirigen prácticamente siempre al público, no hay cuarta pared… Se “supone” que son ELLOS los que hablan (pero todos sabemos que son actores…). Podemos fragmentar, cambiar, introducir músicas diversas, jugar con “coreografías” sencillas de movimientos rituales… Es sencillo de representar, no necesita “escenografías” (¡qué monas, las “escenografías” de teatro escolar!)…
Los alumnos-actores, evidentemente, no son conscientes del todo de lo que están diciendo cuando sueltan, sin inmutarse, cosas como ésta:
No debería uno empezar nunca nada. Quién sabe a dónde te puede llevar un principio. Hay que andarse con cuidado, siempre lo he dicho. Hay que andarse con cuidado. Uno empieza, inocentemente, quemando a una familia de nigerianos, continúas con el soborno a un par de políticos y, sin apenas darte cuenta, te ves robando el dinero de las arcas públicas, el robo te conduce a la especulación, la especulación a decir mentiras por la tele, de ahí pasas a que si hay que cristianizar Europa, entonces, como quien no quiere la cosa, te haces miembro del Opus Dei, un día te sorprendes con un cocodrilo en el pecho canturreando entre dientes “banderita tú eres roja, banderita tú eres gualda” para continuar con que si hay que echarle pelotas, y claro, las pelotas te llevan a querer partirle la cara a un ciclista que te ha rozado el coche y metido ya en esta espiral a golpear la mesa porque la sopa está fría, pudiendo acabar, sin más ni más, incluso votando al PP. Y todo por haber quemado a una familia de nigerianos. Inocentemente.
Hay que andarse con cuidado con los principios inocentes, siempre lo he dicho. Hay que andarse con cuidado.
Rodrigo García
Pero eso no es un problema: ¿acaso los actores de Antígona son del todo conscientes de lo que significan los largos monólogos de Creonte? Y, puestos a no entender, prefiero que todos, actores y público, se entrenen en “no entender” textos como el anterior: inmediatos, elementales, a veces brutales…
A fin de cuentas, es el mundo en que viven. El que será “su” mundo… ¡Pobres!
15 Comments:
Bravo Cronópio!
Y ojo que a ti si que se te entiende todo.
El texto en rojo me ha recordado a Thomas de Quincey sobre todo aquel genial librito "El asesinato considerado como una de las bellas artes" donde no ir a misa los domingos daba lugar a todo lo demás; robar, matar, violar, etc.
Quizá sería un buen autor para trabajar con los alumnos, hay que acercarse a su mundo y el mundo de Quincey es ya el mismo de los jóvenes, y lo digo por lo de sexo y drogas si además le ponéis rock and roll ya "lo flipan".
¿No sería Aldaya el pueblo que mencionas? Estuve por allí hace un tiempo.
Sí, siempre me ha resultado chocante ver obras de teatro representadas por adolescentes (y me he tragado más de una en mi papel estelar de tia-ven-a-verme-que-actúo)con esos textos tan pesados que parecían aplastar su acné y cuerpos para luego al charlar con ellos descubrir que ni idea tenían de qué habían hecho. Y puestos a explicar e intercambiar opiniones es más sencillo hacerlo con textos asi!! jeje.
Señor Cronopio, aligere las cargas de sus alumnos, tienen todo el tiempo del mundo para disfrutar de otros textos pero ahora es mejor que "toquen" como me sucede a mí con las esculturas...
(Me apunto lo del Teatro Español)
Y ya, ya si que me voy a casa... agggggggg
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Seguramente Rodrigo García tenía en mente a De Quincey cuando escribió este texto, xnem... Yo no lo conocía. Y sí, el teatro que hacemos intenta justamente eso: textos que atraviesen la frontera... Pero no creas: no entienden casi nada. Les falta entrenamiento.
Amelche, caliente, caliente...
Marga, como aligere más la carga de mis alumnos, salen volando como globos light... Ojalá fueran capaces de dar un buen sobe a las esculturas de Moore sabiendo lo que están haciendo... Yo mismo no sé si sabría...
¿Comentario suprimido? ¡Miel en los labios!
El comentario suprimido es mío! No sé qué me pasa últimamente con los comentarios en todos los blogs, que misteriosamente se me borran, grrrr.
Decía que me ha parecido uno de los mejores posts que he leído hace tiempo. Me ha traído a la memoria las anécdotas que contaba mi tío, profesor en Granada, sobre la escuela y el teatro.
La anécdota de la lentilla...jajajaa, a veces, hasta una mosca les hace perder la atención...
y el texto de Rodrigo García no tiene desperdicio!
Gracias Pam, efectivamente tu texto misteriosamente suprimido era miel en los labios... que ya he saboreado como se merece... Sí, la escuela y el teatro dan para mucho... ¡Algunos llevamos toda la vida en la escuela, la hemos experimentado desde casi todos sus lados, y aún nos seguimos sorprendiendo...!
Ey, que aligerar no es facilitar!!! sólo adaptar a su edad y tiempo, no son adultos, ni falta que hace de momento, pero tampoco idiotas... jeje. Bueno, algunos sí y sus padres más pero ese es otro debate... jajajaja. Mira eso sería divertido discutirlo con Ana y Arena que son las que me ponen al día.
Yo tampoco sé lo que hago cuando toco, es puro disfrute y ya es mucho!! algo se me quedará, digo yo...
A ver si hemos sido compañeros y nosotros sin saberlo... :-D ¡Estaría bueno! Pero eso, mejor lo cometamos por mail, que luego, todo el mundo se entera si lo contamos en público.
no empecemos ya con los "secretitos" que ya sabes que al final TODO el mundo se entera de TODO.
¡Ja,ja! Xnem, tienes razón... Pero yo sólo quería decirle el instituto donde trabajé y preguntarle por el de él y eso no voy a hacerlo aquí porque si lo escribo aquí, en cualquier momento que alguien busque el nombre de ese instituto por curiosidad o lo que sea (padres, alumnos, ex-alumnos, profesores...) les saldrá en Google nuestro blog y de ahí podrían ir al suyo y al mío. Y en esta profesión, como en otras, la discrección es importante.
Marga, largo y arduo asunto para debate también... La idiosincrasia del adolescente contemporáneo es un misterio para nuestras mentes pre-paleolíticas...
Amelche, por tu perfil es raro que hayamos coincidido. Yo llevo desde el 90 en el mismo centro, y el departamento de inglés me lo tengo bastante controlado...
Beckett en estado puro!
Me gustan tus relatos teatreros, te siento apasionado y eso siempre es buena cosa.
Tremendas y reales tus palabras.
Abrazo entre bambalinas.
Gracias Malena. Sí, yo creo que a Beckett le hubiera gustado el experimento... Besos con todos los focos encendidos.
Hola llego a este Blog rebotado y me encuentro este fantastico texto de Rodrigo. Me gustaria saber si pertenece a una obra mas amplia o simplemente esto es todo.
Creia tener todos sus textos pero encontrar algo nuevo de él me alegra el dia.
Como este post es bastante antiguo no se si alguien me va a contestar.
Dejo mi dirección y si el texto es mas grande y me lo podeis enviar os lo agradeceré.
Por cierto Beckett, para niños y para adultos, imprescindible.
Gracias y un abrazo.
antonferreiro2@wanadoo.es
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