De repente, un estallido de ilusión me invade, al asomarme a la venta y contemplar la plaza. Ayer se inauguraron las fiestas de este pueblo donde vive Nicolás. El cielo tan negro, los fuegos artificiales tan brillantes, el amarillo brillante del verano. Palmeras resplandecientes que iluminan el suelo de la plaza. Me apoyo en el alféizar mientras mi prima, tras de mí, se coloca un vestido floreado que exagera su delgadez. Mi prima insistió todo el año, pero yo ya tenía planeado un viaje a Ibiza. De mi boca salieron noes en enero, en febrero, en marzo y en abril. En mayo mis amigos se dispersaron y mis planes estivales quedaron en nada. De vuelta al pueblo, pues, tras siete años de ausencia, por agarrarme a algo. Carol se mira al espejo por enésima vez mientras sigo embelesada con las luces. Desde que he llegado, no dejo de sentirme nerviosa, quiero ver a Nicolás, pero no sé ni siquiera con certeza si sigue viviendo aquí. No he querido comentarle nada a Carol. A su lengua le gusta mucho vocear cotilleos amorosos. Durante un tiempo, yo quise poder vivir aquí. Me siento como un animal independiente cuando piso estas calles, sin la frente con nombre de ciudad, el sonido de los autobuses y las colas, el interminable atasco de la Diagonal a las ocho. Yo quiero vivir aquí, pienso. Como un niño sin parar de correr, comiendo jamón y puchero. De lado a lado sin dedos que me señalen, metros atestados y olores corporales, con espacio verde para fumar lo que sea sin que me acusen con el dedo. Atravesando las esquinas en bicicleta sin el miedo de los coches, observando aquí y allí los duendes del pueblo, de camisa abierta y collar dorado, de cante andaluz en la calle principal que ni es calle ni es principal. Quiero charlar con la estatua de la plaza y contarle que me quedo. Saltar las rejas verdes y oler las flores rojas. Ver a Nicolás y decirle que me acuerdo cada día de nuestro beso en su portal, de la colonia de hombre que ya utilizaba por entonces para darse importancia. Carol me coge del brazo. Bajamos las escaleras cantando lo que canta la orquesta, un tal Muchachito Bombo Infierno que suena bien: “el día que tú me quieras me dejo de fumar, el día que tú me quieras me dejo de drogar, será mejor que no me quieras más”. Me suben cosquillas por la espalda cuando miro y me miran y reconocen en mí a una mujer que se fue de aquí niña. Algunos cuchichean, un par de muchachos me silban, pero ni rastro de Nicolás. Me tuerzo el tobillo dando una pirueta con Carol. Reímos tanto que nos duelen las costillas. Pero no dejo de otear el lugar sin que ella lo note. He visto a su madre, aquella mujer que me hacía bocadillos de chorizo por las tardes, que me enseñaba los cuadros que ella misma pintaba al óleo. Me reconoce y se acerca. Intercambio de frases de rigor y obtengo la información que buscaba. Nico está en casa acicalándose. Bajará en un ratito. Carol me da un codazo y en su cara hay una expresión pícara que la pone linda, mas aún de lo que es. -Así que sigues bebiéndote los vientos por Nico… Hago como que no la escucho mientras me recojo la melena en una coleta. -Pues ale, ahí lo tienes… Un chispazo atraviesa mi espina dorsal. Ahí está él… De la mano de una hermosa mujer y empujando un carrito con un niño precioso. Ahí está... Pero no para mí...
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7 Comments:
Me encantó!!! jo, yo de peque no tenía pueblo y me sentía fatal! luego mis padres adoptaron uno y todo fue mejor... jajaja
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adoptar un pueblo! me lo pido, yo no tengo ya ni barrio de niñez!
Bien Pam, esta es la pam que todos esperamos con impaciencia.
Pero por favor ¿que pueblo es? se ve tan boniquico! Con sus lucecicas, su fuente cantarina, sus arcos históricos y hoy ya con un pedacito de luna que nos cae.
con el calor que hace y ahora tengo que averiguar que pone aquí!
mdymuofb
Pam mientras leía esto, han sonado los aplausos de la primera canción de Conte, quedaba pero que muy bien el relato con música. Bravo!
Menudo final... real como la vida misma.
Cuando vuelvo al pueblo y veo a chicos que me gustaron en el instituto con sus niños a veces me da por reir y pensar que esa podría ser mi vida, horror.
Me gustaría tener una familia algún día pero, ¿volver a vivir en el pueblo? JAMÁS
Pam precioso relato, lleno de sensaciones.
Siento igual que vos "no para mi" no nos equivocaremos.
La imagen bella bella.
Cuando vivía en Badalona, veníamos a Elche a ver a la familia y, después, cuando vivíamos aquí, íbamos a Montgat a ver a la familia, así que, siempre tuve "pueblo" y, además, más lejos que el mis compañeros, lo cual me hacía especial. Pam, me recordaste unos versos de Cristina Peri Rossi:
"Líbranos, Señor,
de encontrarnos, años después,
con nuestros grandes amores."
¡Ja,ja! Carrera de obstáculos: pxlrlwqx
Preciosa descripcion del pueblo es que se ve...
Y el final pues real,como una bofetada en plena cara
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